COMUNICAR ES DAR TRIGO.

Predicamos demasiado. Todos. Resulta curioso cómo hemos convertido la comunicación en un ejercicio de “quién la complica más”. Y no solo me refiero al lenguaje, abstracto e ineficaz, sino a las múltiples imágenes que utilizamos para reforzar algún mensaje concreto.

Esta práctica no demasiado sana, nos lleva en ocasiones a dilapidar la “privilegiada” posición que como entrenadores tenemos en torno a la influencia en el deportista.

Es muy habitual toparnos con aquello de: “Se lo he dicho mil veces”. Pues como no cambies la forma de llegar, te harán falta dos o tres mil veces más, compañero. Es sencillo, comunicar no se trata de coger al jugador por el hombro e informarle. La comunicación requiere la comprensión del receptor, que interprete el mensaje, y lo más importante, que tome la decisión adecuada en torno al mensaje comunicado. Es algo parecido a cuando decimos: “Eso está más que trabajado”, muchas veces antónimo de asimilado.

Con la comunicación ocurre lo mismo que con la gestión, no sirve el “café con leche para todos”. Uno puede pensar que ha bordado un mensaje a su grupo y sin embargo, puede haber un segmento de la población de dicho propio grupo, que no haya captado aquello que interesa de la intervención del técnico. Tener en cuenta las personalidades es vital para comunicar.

Estamos en una época donde las palabras parecen ostentar un protagonismo sobrevalorado. Parece que es necesario incluir todos los principios y sub-principios del juego en cada intervención. Ese exceso peso relativo de la palabra suele ir acompañado de conceder una menor importancia a dos elementos esenciales de la comunicación, el sonido de la voz y el lenguaje corporal.

Porque en el fondo, el éxito no radica en el conocimiento técnico de la materia, el cual debe contemplarse en el convenio del profesional. El éxito frente al deportista viene de la mano de conocer las formas de reacción del mismo, principalmente en lo relacionado con la gestión emocional de la victoria o la derrota. En definitiva, la intervención psicológica.

Por ello, deberíamos reflexionar (todos), en torno a las herramientas comunicativas que utilizamos para comunicar, independientemente del foro elegido.  Comunicar no es presentar un escrito en el registro, que me devuelven sellado y gestión culminada. Comunicar requiere comprensión por parte de los actores principales de nuestro panorama profesional.

En el fondo, comunicar no es predicar, es dar trigo.

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Pablo del Pino