Los 90 minutos. ¿ Cualidad sobrevalorada?.

La gestión del partido es un concepto mucho más amplio que la gestión de los 90 minutos. La gestión del partido se inicia con bastante tiempo de antelación, convirtiéndose en el aspecto competitivo donde el técnico puede aportar un mayor valor añadido. Los 90 minutos son diferentes. ¿ Se pueden gestionar? Por supuesto, se deben gestionar, forma parte de la gestión del técnico, y bendito sea. Ocurre que el valor añadido que el técnico puede aportar en dicha gestión se encuentra mucho más condicionado. En la idea de partido que sueñas y preparas, se encuentra la capacidad de dotar al equipo y al futbolista, de herramientas diversas que le permitan adaptarse a los diferentes escenarios que se puedan plantear. Este conjunto de soluciones llevadas al entrenamiento, representan el contexto de más control, y por ende, de mayor valor añadido, que puede aportar el cuerpo técnico.

Los 90 minutos, con sus transiciones ( pre-partido-descanso y post-partido), no son más que la exposición pública de la gestión del partido planeada, aquello que se denomina comúnmente, jerga modernista presente, estrategia operativa. Esa exposición pública de nuestro trabajo contiene muchos elementos externos, que forman parte del mismo escenario y que vienen a reducir, de forma inequívoca, el «cuestionable» control del entrenador sobre todo lo que ocurre en la competición.

Considero que el éxito consiste en el grado de tolerancia que el técnico muestra ante el «garantizado descontrol» que el partido va a representar en comparación con aquello que, minuciosamente ha planteado. Muchos entrenadores demuestran una excesiva aversión al cambio, a verse por detrás en el marcador, a una puesta en escena donde el rival te supera de forma clara etc.. Aceptar esta realidad y llevar asimilada ( y trabajada) la idea de que tendrás que asumir cambios, reaccionar, contar con el menor rendimiento de los que probablemente esperas más, forma parte de una obligación universal del entrenador.

Por ello, considero que la gestión de los 90 minutos, representa una de las más difíciles áreas de gestión de un cuerpo técnico. Principalmente, porque mucha de esa parcela se traduce a gestionar las emociones que se generan por los muchos comportamientos y reacciones externas sobre las que no tengo control. De esta forma, reconozco que me sorprende cuando un técnico encara una rueda de prensa expresando aquello de: » me hago responsable de todo cuanto ha pasado en el partido». No puede considerarse cierto. En ningún caso. ¿ De qué se hace responsable? ¿ Del nivel ofrecido por el rival? ¿ Del cambio del compañero de banquillo rival que mejoró al contrario? ¿ Del error o acierto del colectivo arbitral?.

Todo está relacionado con el término «Responsabilidad». Hacerse responsable de aquello sobre lo que uno pueda revertir o mejorar, debería de convertirse en un axioma obligatorio en el desarrollo profesional del técnico, da igual el deporte. Lo contrario es hacerte responsable de aquello que no depende de ti, y lo que es peor, sobre lo que no puedes influir para que no se repita.

Por tanto, aquellos que destacan en la gestión de los 90 minutos, son aquellos que muestran una mejor predisposición y tolerancia a las consecuencias que tienen sobre la competición, los elementos no controlables, y que además, consiguen que esa mentalidad abierta y no contaminada, les permita potenciar los aspectos que si dependen del control propio.

Una actitud abierta, global y de respeto a la competición, genera la aparición de un entrenador que lidera desde la consciencia. Lo contrario, un entrenador limitado por el resultado, por la opinión, por el comportamiento del público, por lo que estará pensando el director deportivo o entrenador, genera la aparición de un entrenador limitado en sus capacidades y con ciertas dificultades para visualizar lo que pueda necesitar el partido en un momento determinado.

Todo está relacionado con un entrenador mucho más global, que rompa con esos parámetros tradicionales de figura infalible ante su grupo de futbolistas y equipo de trabajo. Un entrenador que sepa decir: «no lo sé» sin que pierda ni un ápice de autoestima propia ante nadie. En definitiva, un entrenador mucho más responsable, pero de verdad. Ese que se mira al espejo y reconoce que quizás, una victoria o derrota, no siempre depende de todo lo que decide, al menos en el partido.

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Pablo del Pino